diumenge, 18 de febrer del 2018

Érase un renacimiento

Desperté después de veinticuatro años, en una ciudad lejos de donde nací y rodeado de gente extraña, cuando el milenio ya era mayor de edad y me permitía expresarme por mi mismo. No es que nadie me tapase la boca o que hablase por mi, sino que primero pensaba que pensarían ellos si decía lo que pensaba para rectificar mis pensamientos y acomodarlos a lo que querían oír. Me siento orgulloso de no intentar gustarle a todo el mundo y tal vez ahora haya gente que me odie con razón, pero mi cabeza empieza a amueblarse. Amueblarse con pensamientos propios y claro está, con errores, pero ahora mismo todos esos errores son míos, no los cogí de nadie ni nadie me los indujo. En un vuelo de menos de una hora pude escribir aquello que durante casi veinticuatro años no pude aceptar. Tal vez es porqué crecí o porqué me quité la venda o simplemente porqué empecé a amarme a mi mismo, todavía no lo sé. Solamente sé que aprendí que solo no hubiese conseguido nada, y gran parte de este avance se lo debo a ella. Ella se convirtió en mi pepito grillo personal, solo bastó un golpe de cadera para des estructurar todas mis creencias, mi forma de vida e incluso mis principios. Tal vez ahora sea mucho más egoísta, pero al levantarme todas las mañanas a su lado tengo la cabeza vacía, sin necesidad de aparentar algo que no soy, ni impresionar a aquellos que ni siquiera saben como me llamo.  


Llevo tiempo sin escribir, podría decir que era porqué estaba ocupado, tenía mejores cosas que hacer o no estaba inspirado, pero creo que necesitaba este tiempo para aclarar mis ideas y retomar mi escritura. Escritura más real y con menos florituras, ya que la vida es como es y por mucho azúcar que le echemos, la verdad es que el café sigue siendo amargo. 



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