dissabte, 22 d’agost del 2020

La Cumbre


Hubo un tiempo en el que mirar al pasado era: escasez, pobreza, guerra, hambre, poco... y muchas otras connotaciones negativas. España acababa de salir de una dictadura que duró demasiado y todo aquello que aparecía era mejor que lo anterior. Apareció el destape, las drogas, el rock ‘n’ roll, mil y una cosas mejores. Quitaron un dictador y pusieron un rey, mejor era, aunque no fuera lo que todos querían. Empezó la transición a la “democracia”. Democracia que a día de hoy mantenemos y que, de cierto modo, gran parte de la población lucha por ella en las urnas. Me pareció interesante poder plasmar aquí la vida que viven nuestros padres. Los del babyboom. Aquellos que nacieron en dictadura y que en su adolescencia ya había muerto Franco. Aquellos que pudieron comprarse su propia casa y que es posible que no hayan estado parados ni un día de su vida. Aquellos que crecieron con la peseta y hace escasos 20 años, cambiaron al euro. En definitiva, todos aquellos que su vida siempre ha ido hacía arriba. Con sus pequeños vaivenes, más grandes o más pequeños según a quien preguntes, pero hacía la cumbre. 

Cumbre que, a nosotros los millennials, nos ha pillado en plena adolescencia o entre los 20-30 años. Nosotros que hemos podido estudiar casi todos en la universidad, que todos encendimos el primer ordenador de la familia, que destapamos el gran regalo del internet, que disfrutamos de poder comunicarnos con un móvil desde cualquier parte del mundo, probamos los primeros videojuegos... Tantas cosas buenas hemos vivido, que ahora con veintitantos años muchos de nosotros estamos sufriendo por sobrevivir. Con los alquileres por las nubes y los sueldos por los suelos, trabajo escaso, con dos crisis mundiales a cuestas y sus recortes, sin poder contemplar la compra de tu propia casa, alardeando con la misera compra de un coche para poder ir a trabajar, sin planes de hijos próximamente, en definitiva, en la desescalada de la cumbre. Y no es que no podamos comer, como les pasó a nuestros abuelos, sinó más bien la sensación de que todo por lo que lucharon nuestros abuelos y nuestros padres, ahora, se desmorona, como un castillo de naipes, cae por su propio peso.

Poco a poco, vamos viendo como el fascismo va cogiendo fuerza y reclutando a más gente. Como los discursos del odio van siendo cada vez más comunes a tu alrededor. El racismo, la xenofobia, la homofobia y la misoginia, se cuelan en cualquier hogar, aunque solo sea por el tweet que leyó el otro día tu tia segunda. Hoy más que nunca, vamos pa’bajo, sin frenos y sin paracaídas. Los más débiles sufrirán, que en la sociedad actual se traduce en los más pobres. 

Lo único que espero es que gran parte de la población “acomodada”, en la que me incluyo, luche porque esta caída se lleve al menor número de gente posible.