Me juré y me perjuré que este año escribiría algo más que dos mini-relatos, y aquí estoy, a 9.262 km en línea recta, saltando un pequeño charco, de Potries. Durán, Ecuador, mi segunda casa y primera de Nadya, mi M’ini. Ya es el tercer año que descansamos por estos lares y ¡Oye! Uno se va acostumbrando a los encebollados a las ocho de la mañana, a los cariocasos, a las tortas, a la cangrejada, a la familia de 15 reunida, a los abrazos, al único beso para saludar, a las risas y a los Izurieta. Todo esto forma parte de nuestra vida desde hace 3 años y ya no hay quien nos lo quite, ni los vómitos ni la diarrea, ¡Aquí se queda!
Este año ha sido raro, como una montaña rusa. Un ascenso en el trabajo, Nadya consiguió trabajo y empezó su maestría, nos mudamos a Potries, hubo un trimestre de ansiedad, estrés y muerte, aún seguimos con la pandemia de los cojones, nuevos equipos de voleibol, pausa de la vida en la gran urbe para vivir en el pueblo más tranquilitos… Vamos, movidito.
Ecuador ha sido como un golpe de aire fresco, como cuando empiezas una ruta de montaña, que notas que tus pulmones se están limpiando, tus oídos destaponando y tus ojos maravillando.
Después de dos años sin ver a la familia el corazón se nos ha llenado de amor, y más después de estos años de pandemia. La abuelita Lucy (“LaLocy” de ahora en adelante), la tía Sandrita, las primas Samy y Casi, la tía Karina, el tío Juanito, los hermanos Juanjo y Antonino, las cuñis Gabi y Álex, nuestro querido George, la mamita MariCarmen, la abuelita Carmen y aún me dejo… Todos ellos nos recibieron con los brazos abiertos y nosotros encantados, no podríamos estar más felices.
Ecuador, esperamos que nuestra visita haya sido grata y que te quedes con un pedazo de nosotros, pues nosotros ya nos hemos llevado un tíquet para volver todos los años. Intentaremos que sea por más de un mes la próxima vez ;)
¡Con amor, Cento!
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