dimarts, 29 de desembre del 2015

Siempre viva

Llegamos tarde a cenar. Ella aún está por arreglar, así que me acerco al cuarto de baño para darle prisa, pero al entrar, oigo sus gemidos desde la puerta entreabierta. Con el vestido por encima de sus caderas desnudas, acaricia su clítoris con la yema de los dedos, mientras se muerde los labios y entrecierra los ojos. Sin que se dé cuenta, me acerco por detrás y le muerdo el lóbulo de la oreja, dejando a mis manos apretarle los pechos, erguidos y expectantes. Y con la cabeza apoyada en mi hombro, casi sin quererlo, se derrite entre mis brazos, como el último hielo del vaso, en un orgasmo de cuento de hadas.
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 Relato para el III concurso internacional de micro-relatos eróticos TALENTO COMUNICACIÓN

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