Aprendí de mis
hijos que en las noches más oscuras, leerles un cuento les relajaba, y durante
las tardes más calurosas les costaba seguir la línea del cuento. Ante todo,
ahora que ya tienen doce años y no quieren que les lea, aprendí a leer sus
expresiones, y todo esto gracias a leerles cada día un cuento diferente. Había
noches que sabía que estaban cansados, les leía uno de sus cuentos de
superhéroes y se iban a dormir con una sonrisa por boca. Otras estaban tan
tristes que preguntándoles al día siguiente si les había gustado, entrelazaban
sus pensamientos y el cuento formando una de las historias más dramáticas jamás
escuchadas. A día de hoy, ellos escriben a diario su vida para después
contármela a modo de cuento y me encanta pensar que leerles a diario les haya
hecho más observadores. Para que puedan contemplar la vida como realmente lo
merece, y conseguir que la creatividad surja de su interior mejorando así cada
día de su vida.
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Microrrelat per al certamen internacional de microcuentos "Leer(te)" de Cerezo Ediciones
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