La música me acompaña día sí y día también. Español, latino, english, català, valencià, euskera e incluso instrumental tan solo. Utilizo la música como innhibidor del entorno, no escucho coches, ni gente, ni a la ciudad en sí. Es el momento en el que puedo desactivar mis sentidos y volar dentro de mis adentros. Allà dentro suele haber mucho eco y cerrando los ojos simplemente me queda pensar. No suelo pensar ni en el pasado ni en el futuro, más bien pienso en quien soy, quien seré y quien fui... Se mezcla todo, acabando en una masa heterogénea donde hay esquinas puntiagudas, pero también colinas con brisas saladas. Recorriendo ese mini mundo interior, a veces toca saltar y otras más bien tumbarse, pero la mirada siempre está fija en un punto. No llego a poder definir bien ese punto, como si fuese miope y me hubiese dejado las gafas en casa, pero sé que el punto no se mueve, si yo avanzo él cada vez está más cerca. Me gustaría llegar a ese punto algún día, sentarme y poder ver toda esa música escuchada para conseguirlo... Por ahora debo seguir saltando y tumbándome.
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