Cuando la mañana de la noche es presente, la luna despierta la valentía de las presas, los depredadores velan por verlos comer, y los predadores de dos patas duermen o padecen insomnio. Mientras tanto las plantas respiran y las estrellas cubren la Tierra con un manto para que no enferme. Los gatos buscan entre los escombros algo que llevarse a la boca y los perros se enfurecen detrás de las casas al olerlos. Las calles están vivas, no de humos o de caras tristes, más bien de aire, aire libre de agobios o de problemas, donde lo importante es vivir y no buscar una vida mejor. Los fantasmas de la noche vagan por las montañas, demostrando que los verdaderos fantasmas son los que se levantan para comprarse una vida y olvidan que en la naturaleza ya tienen suficiente vida para llorar, sonreír, enamorarse o tan solo convivir.
Hoy sigo siendo un fantasma, tú también, y ellos
más, pero poco a poco con nuestro esfuerzo volveremos a vivir y olvidaremos lo que
nos costaba sonreír.
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