divendres, 27 de novembre del 2015

Mía

No me gustaron las galletas del desayuno, estaban frías y ni con la leche caliente de las nueve de la mañana se doblegaban a caer rendidas en el fondo del vaso. Por eso decidí beberme la leche de golpe y salir a la calle. No encontré nada nuevo, los niños iban al colegio cogidos de la mano de sus padres y los autónomos se ponían en marcha para otro día de duro trabajo, tan solo había una cosa que me rondaba por la cabeza, ¿Por qué nadie había visto que al final de la calle había una pequeña gatita? Ella intentaba maullar pidiendo caricias o simplemente nuestro jersey para acomodarse, y sacar unos cuantos hilos de más, pero tan solo encontraba a gente con prisas y como mucho unos niños se paraban a molestarla o a decir "¡¡Ohhh que bonita!!" ya que sus padres se limitaban a tirar de su brazo como si de un saco de 20 quilos se tratase. Me acerqué a ella y enseguida se puso a arañar mis vaqueros, quedándose así enganchada y sin poder soltarse. La tuve que soltar yo, cogerla con mi mano, que ni siquiera era más grande que eso, y noté como temblaba. Aunque no parecía asustada me miraba con sus ojos amarillos como pidiéndome que la llevase con sus hermanos. Camine con ella a brazos por toda la rotonda, pero no vi ningún otro gato por la zona, tal vez se habría escapado de una casa o alguien no querría hacerse cargo de ella. Mirando su pelaje de lineas naranjas y blancas pensé que era demasiado bonita como para estar en la calle con los niños esperando a la tarde para ir a molestarla, así que la subí a casa y la solté para que conociera su nuevo hogar. Mientras yo me duchaba supongo que ella buscaba el mejor lugar para poder descansar, aquel que estaba más calentito y más mullido, pero al salir del cuarto de baño la vi intentando comerse una de las galletas que antes no me quería comer, pero ahora la galleta estaba completamente mojada de leche...

"Es verdad que los impulsos
 siempre aportan algo positivo."
B.W


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