Una noche, dos personas sentadas en la cocina de una casa vieja. Sólo les hizo falta dejar al cerebro hablar sin muros, dejando de lado esos prejuicios que les marcan líneas que no deben pasar, por si la otra persona no entiende sus divagaciones...
Uno de los temas que los dejó entusiasmados fue la reencarnación. Pero no la reencarnación en general, sino el hecho de reencarnarse en un libro. Dejar de ser una cosa animada, viva. Para convertirse en un mísero objeto inanimado que llena uno de los huecos de la biblioteca y con el tiempo se llena de polvo...
Divagando en esa dirección, pero modificando el sentido, convirtieron el hecho de ser inanimado y llenarse de polvo, olvidado en una estantería de una casa vieja. En contener una vida con una introducción y un desenlace fijados. Dónde ellos mismos podrían viajar entre los saltos temporales que podemos encontrar en cualquier novela. Puede llegar a ser un rompecabezas entenderlo. Pero extrapolando a la vida humana, llegaron a comprender que sus vidas reales no eran más que un libro, dónde aquellos hitos que consideran importantes, que comparten con alguien, o en la redes sociales, con palabras escritas o instantáneas, no eran más que todo aquello que hay escrito en el libro de su vida. Y aquello que tan solo conocen ellos mismos y no comparten son esos saltos temporales que encontramos en un mismo libro...
Por eso mismo llegaron a la conclusión que si quieres tener una vida con trilogía, donde todo se describe minuciosamente y no se pierde ningún detalle, es necesario darle valor a aquellas cosas pequeñas y cotidianas que llenan sus vidas. Ya que sino con el tiempo lo que no está escrito en sus libros se olvida por desgracia para la memoria del ser humano...
Llegado a este punto, esto está escrito aquí por eso mismo. Hay una persona que no quiere que esa noche no esté escrita en su vida y se olvide con el tiempo. Aunque fue una noche común y sin importancia...
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